En vez de un epílogo:

EL ABRAZO

Sonaron cuatro golpes de campana suaves seguidos de otros tres más profundos. ¡Pero que hago yo aquí! a estas horas nocturnas, de madrugada despierto en la cama! se pensó Juan, nuestro héroe del desvío provisional. Pues sí, han sucedido muchas cosas, claro está, para no ir más lejos, hace dos días, la misma hora, despierto yo también, pensando en el encuentro de la tarde siguiente. Recapitulando mis historias de amor. El premio que me daban en el certamen literario convocado por el Ilustrísimo Ayuntamiento, la publicación de un relato por semana en el periódico provincial primero y luego en la edición autonómica de un diario estatal. La gente empezaba a conocer mis cuentos, a sospechar que haya un fondo verdadera detrás de todo. Las mujeres que querían un monumento a través de mi prosa se me acercaron, no tenían interés en mi persona, pero sí en la fama, a lo mejor habrá un relato con su nombre el sábado que viene, su único anhelo. Y yo, jugador, me presté   a sus planes, divirtiéndome, cosa no perdonable, no solamente describí mis aventuras, sino las exageré engalanándolas, ni siquiera solía cambiar los nombres de las protagonistas. ¿Para qué? Ellas lo deseaban así. ¡Cómo no voy a recordarme! de estas realidades virtuales, estas noches llenas de locura y no de ternura, mi dulce venganza, convirtiendo todo en cuentos para relatar entre la vecindad. Me partí de risa a causa de Gloria, lo pasé muy bien con Lola, lo siento por Soledad, sufrí en Sevilla, Amancia me enseñó la nostalgia, hace tiempo que no voy al Pub Acuario más bien suelo visitar la Sierra, sus fiestas y sus bares, desde la noche de Victoria tengo pánico a los hospitales, a pesar de Amadea consulto todavía mi baraja de Tarot y sobre todo, aún saludo a Dolores. En fin, un escritor querido, que no amado, por sus cuentos reales/irreales, no por sus cualidades literarias.

El teléfono, hace una semana, de mi amigo lejano, capital de otra comunidad, preguntando si María, una conocida suya podría pasar algunos días en mi pueblo, escapando del ritmo cotidiano impuesto. ¿Como iba a negarme? Mi casa siempre esta abierta a todo/toda. La contraseña: chaqueta blanca, pantalón negro, a las tres de la tarde, en la estación de la RENFE del pueblo de al lado, el mío no tiene ni tren ni autobús. La vigilia, que nombre absurdo, mas verdadero. Pensando en el encuentro, ¿será otra historia más, el inicio de un relato, "La agencia matrimonial", con el tema de las citas sin conocerse? Genial, una sátira de las relaciones modernas, incapacitadas, renegadas de la espontaneidad, esos encuentros sin conocerse, pero con ganas de cambiar el rumbo de la vida.

Y mi idea maliciosa, se rió Juan, de negarme al evento y de disfrazarme con pantalón vaquero, sin chaqueta, la rosa sustituida por un periódico, tentando el destino. Pues este era su aspecto en le andén número dos, aquel sábado, tres de la tarde. No hubo escapatoria para él, cuatro ojos, que se buscan no se pueden esconder. En el camino al pueblo, en su casa, hablaron de todo, excepto la literatura, se abrieron, se encontraron, se comunicaron, se amaron, hace un día. Y ahora, pasó por la mente de Juan, estoy en la cama, sin dormir, vigilando el dulce sueño de María en mis brazos, la única historia real, no inventada, por qué escribir si la vida real es más fantástica, se puede tocar, palpar, abrazar, no basta con soñar, imaginar, suponer, nuestra mente tiene limitaciones, el mundo no, escribía para vivir, para fingir, mas en este momento ya no hace falta, voy a soltar lastre, quiero flotar libre, inmerso en un mar de felicidad, no en uno de mentiras y medias verdades de café literario, voy a dejar de escribir estos relatos infelices. Y abrazando fuerte a María cerró el libro delante su ojo mental. 

 

Post Scriptum: Conocedor del flujo/reflujo y de las vueltas que da la vida, nadie se maravillará si encontrare una nueva historia de amor/desamor con la rúbrica de Juan.