LOLO

"Faltan quince minutos para el comienzo de la función" se pensó Lolo. Cogió su maletín de maquillaje y se sentó delante del espejo dentro de su carromato. Se colgó su corbata exagerada de tono amarillo atroz encima de su camiseta blanca. Se pintó unas pústulas en la cara, marcó sus cejas, coloreó sus labios un poco más rojos, repasó todo con la borla de polvos, buscó la bolita roja, la encontró y la fijó sobre su nariz, sacó sus anteojos de puro estilo intelectual tipo schubertiano, pero sin lunetas, y, finalmente, tomó su sombrero de fieltro y se lo puso saliendo ya dirección carpa.

Hoy era su gran día. Todos los años en la misma fecha, de feria, en el mismo pueblo, San Rollán de arriba, a la misma hora. Ella estará sentada en la primera fila, en la misma butaca. Lolo ya no sabía cuantos años hace que se percató de ella que entonces todavía era una niña. Reía más, aplaudía más, revivía todas sus tonterías, imitaba sus caras, sus risas, sus llantos, le fijaba durante todos sus números firmemente. Y él se esforzaba a sabiendas que su espectáculo gustaba por lo menos a un ser humano, aún virgen, inocente, dispuesto a vivir la vida alegremente. Aquella noche se acostó contento. Durante todo el año se recordaba muy a menudo a su pequeña "fan". El "Circo Maestrani" en el cual Lolo trabajaba, iba de pueblo en pueblo, o mejor dicho de feria en feria. Era un circo bastante chico. Jamás visitaba una ciudad. Ahí no podía competir con todos esos circos nacionales e internacionales. Su refugio eran aquellos pueblos tristes, perdidos que se visten de gala una vez al año.

Así las cosas, no es de extrañar que al año estaba otra vez ahí, en San Rollán de arriba. Cuando Lolo saltó a la pista, se percató mediante una rápida mirada que ella estaba en la primera fila, la misma butaca. Su corazón latía de alegría. Esta noche hacía más tonterías que nunca, saltaba más alto, cantaba más falso, daba tropezones más torpes, reía más exagerado, lloraba más gracioso. Y claro está que lo mismo pasó el año siguiente, y el siguiente y así todos los años. Lolo ya no sabía cuanto tiempo hacía que San Rollán de arriba se convirtió en su Santiago Bernabeu, su Real Maestranza.

Todos estos y más pensamientos pasaron por la cabeza de Lolo. Entró en la carpeta por la puerta del personal. Se detuvo. Todavía estaba el número de malabarismo en la pista. Lolo tenía ahora 35 años. Era uno de esos payasos modernos que conocen la escuela clásica de los grandes clowns, pero que a la vez han estudiado algo de pantomima y que sobre todo observan la vida cotidiana atentamente para burlarse de ella. Hoy tenía un estreno previsto, aquí, en "su" pueblo. Sonó el aplauso. Era tiempo de salir. Ya en la pista ¡su "fan" estaba donde siempre! el director le preguntó con voz alta si él no le pudiese traer una hamburguesa del Burger más próximo. "Que no" fue la respuesta de Lolo. "¿No ve usted la mesa allí al otro lado de la pista? Es mi nuevo Burger. Siéntese, le voy a servir." Y empezó un macabro espectáculo. La mesa era sucia, el mantel empolvado, Lolo se peinó con el tenedor, se limpiaba las uñas y las orejas con el cuchillo, la hamburguesa le caía al suelo, en vez de servir 'Ketchup' aplastó violentamente un tomate entero encima de la hamburguesa.... Era una imagen fiel aunque desmesurada de un establecimiento de comida basura.

Contento se fue al carromato. A su "fan" había gustado el número, el lo sabía, ya la conocía y además, el publico había aplaudido durante largos minutos. Entrando tiró su sombrero hacia la cama y se acercó al pequeño, pero necesario frigorífico. Sacó una litrona, la abrió, se sentó en su mesita, llenó el vaso, y exclamando "¡A la mía!" se bebió todo de un solo trago. En este momento sonó la aldaba. "Si, estoy aquí ¡entra por favor!" dijo Lolo y se llenó el vaso de nuevo. Levantó la cabeza y la giró a la derecha para ver quién será que ha llamado. Se quedó estupefacto: era su "fan". "Perdone que interrumpo, pero tengo gana de hablar con usted." susurró ella tímidamente. Ya no era esa niña de hace años, era mujer, 25 años, más o menos, alta, esbelta, la cara finamente modelada, orlada de un precioso pelo rubio, medio ondulado, medio rizado, envuelto en un vestido negro, ondeante, recogido a la altura de las caderas por un cinturón de anillos plateados y adornado con un broche de oro, fijado sobre el pecho izquierdo. "No, no, no hay problemas" balbuceó Lolo "bueno, pues siéntate, pero deja por favor eso de usted, eh me llamo, eh soy, Lolo, sí sí, simplemente Lolo, que quieres beber, pues hay cerveza, hm no muy fría para decir la verdad, así que hay también algo de vino, sea del Condado o de Pitarra, o quieres tónica o una infusión? Bueno  hi hi, esto es lo que hay aquí. Tu decidirás." Ella se sentó y se decidió por la cerveza no muy fría. "Pues mira" empezó "para comenzar mi nombre es Manuela. Ya te he visto muchas veces. Me gusta como trabajas. Es que me encanta el teatro, me encanta la pantomima, me encantan los payasos. Pues bien, estoy en un aula municipal de teatro, he visitado algunos cursillos de expresión corporal y en el otoño quiere irme a una academia para estudiar artes dramáticas. Y por eso quiero hablar contigo, quizás me puedas dar algunos consejos, algunos pues no sé que." Y así comenzaron a hablar, primero ciertamente tímido, luego con la segunda litrona un poquitín más relajado para terminar en comunicarse abiertamente bebiendo el vino de Pitarra.

Hay que mirar la vida, intentar de comprenderla, pero con ternura, con serenidad, así con humor, no la tomes demasiado en seria, lo que hace falta son locos, porque mira a donde hemos llegado con todos estos sabios, si te percatas de las tonterías que se dicen en serio, di algo serio en plan de broma, que la risa es nuestra única protesta digna de vivirla, de expresarla y no te pongas rígido/a porque el ángulo de noventa grados solamente existe en la natura inanimada, en los cristales y metales, mas lo vivo es fluido, es curvado, hace meandros, quiere probar alternativas, quiere jugar con todas las posibilidades, cantando bajo la lluvia, lloviendo bajo el cante, el mundo en ochenta vueltas al día, o más si hace falta, lo único que nos falta son algunos fallos para ser completos, 'gnôti seautón' y ríete de ti mismo......

Al año, en San Rollán de arriba, Lolo saltó como siempre a la pista. ¡Ella no estaba! Fue la pésima actuación desde que comenzó su andar por los circos. Caminó al carromato pareciéndose más a un perro golpeado que a cualquier otra cosa. Se encerró. Se sentía sin rumbo, vaciado de golpe, perdido como un niño de pueblo en la metrópolis, no tenía gana de nada, se echó encima de la cama, no podía dormir, el consuelo de Morfeo le fue negado esta noche, daba vueltas y vueltas al mismo asunto, cada vez más rápido y más rápido hasta que la fuerza centrífuga le catapultó al cosmos de las ideas inconcretas que aún no habían adquirido forma alguna. Empezó a recomponerse. ¿No hay que tomarlo todo con una sonrisa, avanzar aprendiendo, vivir en el presente, ese lapso de tiempo entre lo no repetible y lo por venir y así visto lo único experimentable? ¿No hay a veces dos líneas férreas que se juntan en una estación para separarse después en otra llegando cada una a su destino diferente? ¿No hay a veces encuentros en el espacio y en el tiempo que luego ya no pueden repetirse porque se ha cambiado el espacio o el tiempo o ambos? ¡Acepta la vida y la vida te aceptará! "¡Que sea así!" se dijo Lolo y se concedió una copa de coñac manifestando así su estar de acuerdo con todo.

Varios meses más tarde, encontrándose en otro pueblo, … para los curiosos, se levantó por la mañana, se vistió, se peinó, se bebió un vaso de agua, abrió la puerta, salió, se fue al pueblo, primero al kiosco de prensa para comprarse el 'Mensajero del Futuro', su periódico preferido, dirigiéndose luego a un bar de la plaza ansioso de tomar su café. Hojeaba el periódico como era su costumbre antes de leerlo atentamente. El gobierno en dificultadillas y la oposición sin decidirse, el ministerio del bienestar general con un plan nuevo pensado en el reto europeo, el presidente de no sé que islote de Pacífico en visita oficial de tres semanas, el equipo local de fútbol en peligro de jugar la promoción que más bien se asemeja a una desvirtualización, la corrida de ayer con una caída del torero y no de los toros, el tiempo estable dentro de su inestabilidad, el... ¿pero que es esto? MIMA TRIUNFA EN EL CAFÉ - TEATRO 'EL GATO. Lo releyó de nuevo. MIMA TRIUNFA EN EL CAFÉ-TEATRO 'EL GATO'. No hubo duda. Una Mima. En contra de sus costumbres Lolo empezó a leer un artículo de la penúltima página antes de haber leído los que le precedieron.

MIMA TRIUNFA EN EL CAFÉ - TEATRO 'EL GATO'

(red)Desde hace tres días actúa en el conocido café-teatro 'El Gato' de nuestro ciudad la mima Lola con su programa en solitario llamado 'Donde estás Lolo'. En una mezcla entre guión fijo e improvisación Lola, representando al parecer una mujer abandonada, no se resigna con su suerte sino se decide a tomar el asunto en sus propias manos. Quizás la frase clave de toda la noche sea cuando ella dice: "No quiero esperar como tantas y tantos a que viene Godot, voy en su busqueda". A partir de este momento ella se dedica a buscar a su Lolo por toda la sala encontrando siempre algunas huellas de él sin encontrarle en verdad. Toda una parábola de la búsqueda eterna del hombre. El día 26 del corriente será la última representación de esta obra muy recomendada.

Lolo sintió vértigo. Todo el bar empezó a dar vueltas ante sus ojos. Su corazón iba demasiado lento y de prisa a la vez. Su frente se humedeció por el sudor. Su mano buscó un apoyo en la barra. Con la otra sacó veinte duros, los puso encima del mostrador, claro el café costaba sólo sesenta pesetas, mas se fue sin esperar que el camarero le devolviese el resto. Pálido se encaminó hacia fuera, aire, aire, aire fresco. Pero lo soy yo, es mí, Lolo, Lola, no, si, quizás, imposible, quién sabe. Se sentó en un banco de la plaza. Los ojos con una mirada pasmada sin fijarse en nada. Tenía la impresión de ser un despertador sonando sin que haya nadie para apagarle. No se sabe cuanto tiempo se quedó en aquel sitio antes de levantarse. Pasando por su carromato llegó a la estación de autobuses, a la Capital por favor, se subió, tomó asiento, dejó caer sus párpados....

"Ladies and Gentlemen, Messieurs et Mesdames, Meine Damen und Herren, Signori é Signore, querido público en general: Me complace de presentar a todos vosotros la estrella de esta noche: LOLA!". La luz se apagó, sólo un foco iluminó a una mujer alta, rubia, con falda de muchas colores y chaquetón negro, gorro de sindicalista y nariz roja de payaso: "Lolo, ya sé que has estado por aquí, estoy harta de esperar a que vengas cuando quieras. Ten cuidado, te voy a encontrar!". Sacó una lupa enorme de su bolsillo y examinando las tablas del escenario cutre murmuró "Claro, tus huellas, número de zapatos grande, deportivos, sucios, ya te pillaré". De repente se daba una semivuelta a la izquierda y recogió un tapón del suelo "Pues aquí también has bebido tu querida cerveza y eso sin invitarme". Lola seguía buscando a Lolo y encontrando distintos objetos que el dejó supuestamente en su camino. El público se divirtió mucho, aplaudió de vez en cuando, hubo gritos de 'Olé', 'vaya, vaya', 'torera' y demás índole de la región. Lolo estaba sentado en la penúltima fila. Ella se adentró cada vez más en la sala. Pausadamente sacó Lolo su sombrero de fieltro, su bolita roja sustituta de la nariz y sus gafas estilo intelectual de tipo schubertiano de su bolsa. Puso todo en su sitio. Lola estaba ahora dos filas delante de él. "No creas que no te encuentre. No te sirva en nada refugiarte en la sombra." El empezó a reírse, suavemente, sin que apenas se escuchaba algo, luego un poco más. "¿Quién se ríe aquí? ¿No lo serás tú, Lolo?" Lola se aproximó. Le vio. "Pero que haces" "Me rindo" reventó de risa Lolo. Ya no podía más, se desternilló, se golpeó en los muslos, se torció, ella tampoco pudo detenerse, explotó en carcajadas, y ambos se partían de risa como sólo le es concedido a payasos de verdad. A veces hay otro encuentro cambiando el espacio o el tiempo o mejor ambos.